24º NÚMERO
DE LA REVISTA LITERARIA
DIGITAL
MENSUAL
NEVANDO EN
LA GUINEA
NºLXVIII
de la 2ª etapa/01-06-2012
EDITORIAL
LXVIII
La
muerte de Carlos Fuentes, este pasado mes de Mayo, nos ha devuelto a la memoria
a ese grupo de escritores que colocaron las letras y la cultura
latinoamericanas en su sitio. Para España, evidentemente, fue hasta cierto
punto todo un descubrimiento. Faltaba poco para que se acabase la dictadura que
había mantenido a España aislada durante mucho tiempo y cuyo inicio, tras la
Guerra, había roto la tradición cultural en dos, la del exilio y la del
interior. Durante la República se iniciaron unos contactos entre las dos
orillas: Rubén Darío, César Vallejo, Vicente Huidobro, Octavio Paz, entre
otros, dejaron una gran huella en un país que vivía toda una edad de plata cultural.
Pero la guerra terminó con aquel idilio y sólo parte del exilio español, la que
vivió en América, pudo disfrutar de su influencia. Lo Hispano fue apenas una
proclama del Régimen de tono altisonante pero sin vocación de intercambio real.
En
los setenta se retomó el diálogo desde abajo. Un grupo de jóvenes
latinoamericanos vivieron una temporada en España o la visitaban con frecuencia
al residir en París, en Europa. Pronto algunos de sus nombres pasaron a ser
conocidos y apreciados: García Márquez, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Juan
Carlos Onetti, Juan Ramón Ribeyro, Julio Cortázar, entre los que vivieron en
Europa, pero no podemos olvidar a Miguel Ángel Asturias o José Donoso. O el
mencionado Carlos Fuentes, sin duda un prosista cuidadoso y un narrador agudo.
No
pocos de nosotros nos introdujimos en la literatura gracias a estos autores o
comenzamos, gracias a sus obras, a leer de otra manera. La deuda es inmensa.
Desde Nevando en la Guinea hemos hablado no pocas veces de literatura
latinoamericana, pero siempre nos quedamos cortos, creemos sinceramente que el
eje de la literatura en español debe estar en Bogotá, México o Buenos Aires, en
cualquier ciudad del continente, más que en Madrid, en Barcelona o Valladolid.
España debe acostumbrarse en su relación con los países latinoamericanos a ser
un país más, en pie de igualdad, tanto en lo cultural como en cualquier otro
aspecto, sin esas veleidades imperiales que a veces, nos tememos, perduran en
la mentalidad de mucho.
Actualmente
son muchos los autores americanos conocidos en España, la relación es fluida,
sin prejuicios. Y se lo debemos, hay que reconocerlo, a Carlos Fuentes y su
grupo de amigos escritores.
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CANCIÓN DEL SÍ Y EL NO
(BUSCARÁS)
Por Cecilio Olivero Muñoz
Y buscarás en mí la negación de una verdad
que tras mis ojos hace incierta una gigantesca
realidad,
que tras mis ojos queda abierta
a una cutre bostezada que delira,
que tras mis ojos toda harapienta
y por no poder llover el lustre ya ni mira,
y buscarás en mí otra vez la afirmación de una mentira
que tras mis ojos queda expuesta
como monigote de contrariedad,
que de mis ojos mira escueta a la disculpa que respira
a la ciudad podrida, a la inoportuna oportunidad,
buscarás y buscarás en mí esas dos cosas,
buscarás y encontrarás en mi mirada
el desprecio irresponsable,
el nudo grave, el beso preso, la magia maravillosa,
que hace de este mundo un crudo hueso
con la codicia que nos hace codiciantes.
Buscarás y encontrarás esa parte que se sabe
de este mundo inmenso en el nunca-retornable,
se vierten en un espejo satisfacciones y complejos
con esa llave
que cierra y también abre,
que desgrana el tropiezo de este baile de don nadies,
sé que si yo quiero todo es fantasía,
que con mi voluntad subes a las crines del aire
sobre esa cucaña resbalosa e inmanejable,
sé que sin mí tu causa es tontería,
parece asco y burdo tedio que solo tú te tragues,
buscarás para encontrar y entenderás
que compartimos avión, asociación, sopa fría,
compañeros de bulevar, amigos en el gran viaje,
de estorbo, de cansancio, de habitación vacía,
compañeros en el caminar,
amistades repletas de inútil maridaje,
pasajeros callándose del mundo su gran verdad,
en este tren de cercanías, en este deambular de finita
vía.
En este ciego pisotón que de torpeza nos hable,
en este simulacro de muerte en un segundo,
en este acabar para empezar sorpresivo e iracundo,
en este mundo redondo, farragoso, profundo,
en este humificador por desecar lo deplorable,
en este sí para empezar, y para acabar su no rotundo,
en este menester por entender las claves.
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Sylvie
Sylvie solía hablarme como si estuviéramos al mismo nivel.
No había pretensiones en su forma de dirigirse a mí, lo que hubiera sido hasta
cierto punto normal en una universitaria en apariencia altiva pero realmente
brillante y que podría mirar por encima del hombro, o con cierta presunción al
menos, al alumno del Instituto que era yo, algo inquieto, sí, con aficiones
literarias en ciernes, pero que en general no tenía nada en claro lo que él era
en ese momento, lo que sería después, con el paso del tiempo, ni lo que era el
mundo que le rodeaba. Conversábamos siempre mucho rato tanto en la librería de
su padre como en cualquiera de los cafés en los que nos reuníamos al anochecer.
Hablábamos sobre todo de libros. De hecho los libros, la literatura en ellos
contenidos, era lo que nos había unido.
No en vano la conocía, aunque vagamente, desde que cumplí
doce años, cuando comencé a frecuentar la librería que su padre regentaba en
Bayona. Solía acudir con el mío para proveernos de libros en francés y hablaban
ellos largo y tendido de autores, a veces de política, aunque las menos,
mientras yo observaba las estanterías repletas de volúmenes de todos los
tamaños. El señor Etchévère nos recomendaba títulos, nos comentaba aspectos de
las diferentes etapas de la literatura francesa que conocía bien y resultaba un
placer escucharle y conseguía despertar una enorme curiosidad y un gran deseo
por acceder a las obras de aquellos autores que nos comentaba. Ella entonces
apenas resultaba una presencia silenciosa en algún rincón, entre libros siempre,
con alguno abierto en su regazo y concentraba toda su atención en él sin apenas
levantar la mirada.
A
partir de los dieciséis mis padres comenzaron a dejarme ir solo a Bayona. Me
alojaba en el pequeño apartamento familiar cerca de la catedral y vacío la
mayor parte del año. Por entonces ya me había aficionado a la lectura. Y era
más que una mera afición o un pasatiempo. A veces parecía que me gustaba más el
mundo contenido en las páginas de los libros que el mundo llamado real,
diferencia esta que, de hecho, desde entonces, nunca he establecido ni
aceptado: el mundo sólo es uno, ya sea en la mente ya sea la materia visible y
en ocasiones, no pocas, algo aparente, incluso más que en la ficción.
En
mis estancias nunca dejaba de frecuentar la librería del Sr. Etchévère, que
seguía hablándome de escritores y de libros con el brío de un erudito y al que
yo escuchaba con interés y no poca pasión. Mi padre, además, solía darme unos
billetes extra bajo mano, sin que mi madre lo supiera.
− Para libros -me decía
con sigilo, como si la afición a los mismos debiera llevarse en secreto.
En una de aquellas visitas a la librería la hallé sola. Mi
padre ha salido, me anunció al levantar la mirada del libro, no sé a qué hora
volverá, añadió. Vale, respondí algo distante y me puse a ojear los libros
contenidos en las estanterías. Evidentemente, aquella aparente distancia por mi
parte no era más que cierta timidez y no poco apocamiento para lograr salir de
mis propios límites, en absoluto significaba que aquella muchacha me fuera
indiferente. No pocas fueron las veces que, al otro lado de la frontera, a
cierta distancia de Bayona, me había acordado de ella y me había preguntado
cómo sería su vida. No he de decir que me resultaba atractiva. He de reconocer
también que me cortaba bastante. Además, ella había mantenido siempre esa
actitud lejana, como si no estuviera allí o no fuera preciso que se dejara
notar.
Sería, delgada, de mirada lánguida y largos silencios, no
parecía muy interesada en las cosas del mundo. En otras épocas hubiera sido una
candidata ideal para habitar un convento. En la nuestra adoptó un cierto
aspecto peculiar, con sus ropas deslustradas, de negro siempre, y apartada
hasta el punto de parecer ausente. En nuestras conversaciones nunca intervenía
y nunca se habló de ella, estuviera o no presente.
Por eso me extrañó que de pronto hablara, saliera de su
rincón en el que parecía integrarse perfectamente.
−Buscas algo en concreto
–me preguntó.
Cité a un autor del que había oído hablar a su padre. Ella
se levantó, se acercó a una de las estanterías y lo sacó de la hilera de
libros.
−Es muy bueno –me dijo.
Comenzó a hablarme del escritor en cuestión y de otros de su
generación. Supe entonces que estudiaba letras en Burdeos y que sería capaz de
sustituir a su padre a la perfección. Ni qué decir que aquella tarde no sólo
eran los libros lo que me interesaba, sino que me descubrí enamorado de aquella
muchacha mayor que yo, cinco o seis años tal vez.
Pronto llegó el verano y logré que mis padres me dejaran
pasar unos días en Bayona. Puse la excusa de que varios compañeros del
instituto se desperdigaban por la costa vascofrancesa y no quería perder el
contacto. Pero era a Sylvie a quien quería ver, sólo a ella.
Coincidimos. Ella había empezaba sus vacaciones
universitarias y pasaba algunas semanas en Bayona. Luego iría a Londres, me
comentó, a perfeccionar su inglés. Nos hicimos inseparables. Se encargaba de la
librería por la tarde y yo la acompañaba. De dos a cuatro apenas entraba nadie.
Era Julio, hacía ya calor y la librería se había convertido en el mejor refugio
para charlar.
Sin embargo, yo tenía que volverme al otro lado de la
frontera, no podía alargar mucho más mi estancia y además en dos semanas ella
marchaba a Londres. Me sentía no poco apesadumbrado por aquella nueva
separación que nos mantendría alejados, además, el mes de agosto y buena parte
de septiembre. Me hundía esa sensación de no poder decidir en mis días, de
estar sujeto todavía a los mandatos familiares, mientras que ella, yo lo
notaba, gozaba de toda la libertad posible.
Aquella tarde me sentía especialmente desesperado. Ella me
hablaba, como siempre, de libros, me aconsejaba lecturas, me pedía opiniones
sobre lo ya leído. Debió de notar mi estado de ánimo.
−Te encuentras bien –me
preguntó.
La miré de pronto, sorprendido por aquella pregunta
inesperada. Levanté los hombros sin saber qué responderle. Se acercó a mí,
colocó las manos en mis mejillas y entonces me besó.
Venga, vamos a sacar los libros del almacén, me dijo dos o
tres minutos más tarde, con una sonrisa malévola pero sin duda feliz.
Juan A. Herrero Díez
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SONETOS
ESENCIALES
Por
Rodolfo Leiro
HASTA LUEGO
Un saludo cordial, un beso al paso,
la ermita
despierta su campana,
luce tu argiva silueta en la mañana
y busco en mi pupitre un verbo raso;
y el día, caminando hacia su ocaso
desde el flujo cordial de luz temprana
que me enrola, romántica y galana
con gemas de su
luna y de payaso;
un saludo que se perdió en el fuego
del aroma sutil que abrasa el ruego
hincado sobre un himen de narvaso;
de aquel postrer saludo no despego
y olvidarte
muchacha ya no puedo.
Hoy te miro en el fondo de mi vaso.
Narvaso: caña del maiz
Construido a las 8,45 del
1 de abril de 2012-04-01
Para mi libro
“Meditando en versos”
***
POMPA
Si surgiera otra vez mi antiguo enclave
que enrolara
mis estros con su esencia
y en el templo inmortal de la cadencia
me trepara en el mástil de mi nave,
y explorando la mar, la musa clave
trabara la implosión de mi impaciencia,
yo hurtara de mi lírica conciencia
la palabra gentil, la tierna, suave,
la emoción del soneto, casta llave
que me hiciera sentir el burgagrave
de la rima jovial de mi ventura,
os llevara conmigo en el espacio
y en el solio solemne de un topacio
te haría parte, mujer, de mi aventura.
Burgrave: señor de una ciudad
Construido a las 2,19 del
3 de mayo de 2012 para mi libro
“Meditando en versos”
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NIEVE
Por Gonzalo Salesky
Era la primera vez en
cuarenta y dos años que nevaba en Cienfuegos.
Entró corriendo a la
oficina, envuelto en su bufanda, con unos guantes que no usaba desde la
adolescencia. En su mente seguía jugando con esa posibilidad, con ese sueño
repetido tantas veces. Salvar el mundo, ser el único hombre sobre el planeta
capaz de hacer algo magnífico, algo especial en un determinado momento.
No quería que encontraran
ningún defecto en su plan. Hasta su hija lo había ayudado a pulir cada detalle.
A contrarreloj debía ordenar todo en su trabajo, preparar las valijas, pedir el
permiso correspondiente y viajar. Pronto su familia podría encontrarse con él.
Y escapar de esa manera del infierno.
A la hora del almuerzo
lo autorizaron a salir. Caminó bajo el frío de noviembre por la vereda, rumbo a
la Oficina de Control Cerebral. Solamente tendría que llenar un par de
formularios y nada más, cada uno de ellos con el membrete del gobierno cubano.
Con muchas frases refrendando, una y otra vez, que todo lo que hubiera en su
cabeza era propiedad del régimen.
Hasta cada uno de mis
pensamientos.
Pero sin ese papeleo
burocrático no iba a poder subir al avión. Y su plan se quedaría sin ser
conocido por nadie.
Hasta 2012 se había
intentado de todo para aliviar la crisis mundial. Después de las pérdidas, los
quebrantos, las enfermedades infecto-contagiosas, aparecía nuevamente la peor
de las plagas: el hambre.
Los rescates, los montos
millonarios y los subsidios para los bancos y grandes empresas no servían de
nada. La gente continuaba agobiada por las malas noticias de cada día.
Violencia, manifestaciones y saqueos en las ciudades más importantes del mundo.
Sequía, menos alimentos disponibles, poca energía, nada de combustible. Falta
de insumos básicos, aluviones de personas famélicas robando cosechas,
destruyendo alambrados para buscar gallinas, pavos, cerdos, vacas. No sólo en
los países de tercer orden. Europa y Estados Unidos estaban llegando a niveles
nunca vistos de desocupación e indigencia. Hasta la gran esperanza puesta en
anteriores presidentes se había esfumado en muy poco tiempo.
¿Sería la suya la
solución definitiva? Era una de las Cinco Ideas Finalistas del Concurso Mundial.
La última alternativa de la ONU. Centenares de miles habían participado
presentando todo tipo de proyectos. Brillantes, increíbles, absurdos… uno por
uno fueron desechados casi todos.
Los impuestos a los
animales domésticos, a cada kilo engordado por habitante, a los hijos, a los
deportes y su televisación. El asesinato selectivo de otras especies. Los
tributos sobre el alcohol, los cigarrillos, ansiolíticos y energizantes. El
exterminio de todas las mascotas, la venta de la Luna por hectárea para los
pocos millonarios que quedaban en el planeta. La destrucción del hemisferio
sur, la migración total hacia el otro hemisferio. El envío de basura hacia el
Sol. La eliminación de las fuerzas armadas de todos los países.
Fundir y vender las
reservas de oro de cada país. Cancelar los juegos de apuestas y de azar por
diez años. Hacer trabajar a cada habitante en los medios de transporte masivos,
para elaborar manufacturas simples en los momentos ociosos que ocupaban
viajando. Cultivar granos en el fondo del océano y en las playas. Promover la
venta libre de drogas. Prohibir los fuegos artificiales y el maquillaje a todas
las mujeres; de esa manera, liberar tiempo y dinero malgastado.
Otros apostaban a
reciclar el agua de lluvia, construyendo enormes piletas arriba de las casas,
edificios, avenidas y parques. Los más alocados pensaban encontrar en el mar el
combustible necesario para poner en marcha al mundo nuevamente.
Ya no quedaban ideas que
permitieran evitar la catástrofe. Sólo la de él. Y cuatro más.
¿Cuáles serían las otras?
El 25 de agosto envió su
propuesta por correo electrónico. Ese mismo día le habían contestado.
Paradójicamente, si tenía éxito con su plan, en un futuro cercano no tendría de
nuevo esa posibilidad.
Debía redactarla lo
mejor posible. Usaba un cuaderno de tapas duras y de color marrón, con el lomo
negro, de renglones celestes casi imperceptibles, para anotar lo que fuera
surgiendo en su mente, para tachar lo que no sirviera. De sus hojas sacó el
pasaje del vuelo 841 rumbo a Washington, con fecha del día siguiente. Chequeó
otra vez el horario de salida y decidió guardarlo en su bolsillo derecho para
evitar descuidos.
Tenía unas horas más
para seguir escribiendo. Un borrador, un pensamiento que podía salvar el mundo.
Había que destruir Internet.
Y todo aquello que implicara transferencia de información. A través de su
invento, la combustión sintética de datos, podía hacerse en sólo tres semanas.
Toneladas de cables y antenas a lo largo y ancho de la Tierra quedarían
inutilizados. El sistema de transmisión por vía inalámbrica también. La vida
sería distinta sin tanta gente alejada de la realidad y encerrada en las redes
virtuales que amenazaban con quedarse con todo. Miles de millones volverían a
vivir como hace treinta años, cuando...
¿Se solucionaría la
falta de alimentos? Probablemente las personas, con tanto tiempo sobrante, se
comunicarían otra vez con la naturaleza. Cultivarían su propia comida. El ser
humano, alienado como nunca, había perdido la capacidad de conversar cara a
cara. No parecía creíble que las mismas personas, tan poco tiempo atrás, se
encontraban en los parques y plazas, hacían ejercicio, leían libros, se
alimentaban de manera sana.
Se ahorraría toda la
energía gastada en el tráfico y almacenamiento de tanta información,
equivalente a la mitad de la generada a nivel mundial. Sólo era una cuestión de
costumbre. Si la humanidad había sido capaz de vivir sin teléfonos celulares e
Internet en 1980, bien podía hacerlo ahora.
Seguramente crecería la
industria del papel. También la posibilidad de cosechar frutas y verduras en la
propia casa. La gente volvería a disfrutar del aire libre, a conseguir trabajos
de verdad. Disminuiría la cantidad de
desempleados. Según su investigación, la red de redes había reemplazado unos
trescientos millones de personas como mano de obra en fábricas, bancos,
aeropuertos, oficinas, compañías de seguro, empresas de correo, diarios,
revistas, editoriales...
Imaginaba una gran
resistencia al principio. Quizás los fanáticos de Facebook protestarían y tendrían
que conformarse con pegar sus fotos impresas en la puerta de su casa para que
cualquier desconocido las pueda mirar. ¿Cómo podrían sino satisfacer esa
necesidad de ser vistos por otros en todo momento? ¿Serían capaces de vivir sin
la mirada puesta en sus pequeñas pantallas? ¿Se darían cuenta del tiempo que
pierden?
Siguió escribiendo,
pensando en el rostro de aquellos que lo votaron. Decenas de extraños que
habían leído, con entusiasmo y tal vez con esperanza, su primer bosquejo.
Algunos medios ya hablaban de “la solución cubana”. Muchos otros la rechazaban
de plano, tildándola de poco práctica, de anticapitalista, de demasiado
romántica. Pero tenía espalda para soportar las críticas. Pese a los
prejuicios, estaba en la final. Tan cerca de la gloria.
Ocho horas después de
terminar, entró a la Casa Blanca con su cuaderno viejo bajo el brazo. En las
escaleras saludó al presidente con un apretón de manos. Estaba seguro: si lo
escuchaban, el mundo cambiaría. Gracias a él. Y a sus locas ideas.
¿Quién lo hubiera dicho?
Si mi padre me estuviera viendo...
Si después de tantos
años había vuelto a nevar en Cienfuegos, todo era posible.
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SELECCIÓN
DE POEMAS
Por Daniel
de Cullà
A FEDERICO GARCIA LORCA
Desde el cabo de Creux al Finisterre
Tu Poesía que salta hasta la Vida
Resuena
Y desde Cantabria hasta el Estrecho
Sin que
los ecos Rebuznantes
De la represión
Cantada por esa caterva de gente
De la mala plebe
Lo más mínimo te dañen.
Que rabien, rabien
Los que el elogio del Asno
En su día cantaron
En su Musa o lira mala.
Tú eres la envidia de la Europa
Con los Continentes
Y ahora se acercan los poetas
Que habitan en ciudades, en villas
En cortijos, en aldeas
Para cantar con éxito feliz
La bella prenda
De tu Poesía.
Mira, ve y escucha:
Yo, acompañado a la guitarra
Te recuerdo cantando:
“Dende que te vi
En la ventana
Como era de día
No te dije nada.
Dende que te vi
En el balcón
Como era de noche
No te dije adiós”.
***
/ Canción Al Ave/
“Detente,
sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,”
-Sor Juana Inés de la
Cruz
De la Estación de Atocha
Ha salido el Ave Prick
Cantando en su velocidad
Su concepción
Ave, Ave, Ave
De Madrid a Bailén
Yo quiero decir que sí
Dime tú niña mía
Que me vas a dar el Sí
“Dicemelo”, que me encanta
Oirte bien o mal
decir
Entre espumas de saliva
”Chi…chi”
“Chi…chi”
Eres mensajera del Amor
Con tu Clit and Teat
Y ¡menos mal¡
No eres esclava Jumenta
De Lourdes, ni de Fátima
Ni del pinaresco Henar.
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SELECCIÓN
DE POEMAS
Por Mary
Acosta
A BOCA CERRADA
A boca cerrada tensa su armadura
sobre la máquina del miedo.
Sus ovaladas neuronas
acunan naufragios y grávidas
ausencias.
Sobre musgosas rocas,
cuelga su alquitranada infancia.
Las esquinas calladas retenidas en sus
tímpanos,
pierden su metamorfosis prometida.
Invitado al convite turbio de sus
muertos,
coexiste entre los puentes calcados
del ahora.
Envoltura de corto viaje disfrazada y
a boca cerrada,
memoriza la existencia entre un yo
injertado
y la presencia subversiva, de la
última palabra.
***
ACROBACIA SALMICA
Atardece en mi,
ante el desnudo audaz de los espejos.
Desgrano la penumbra hambrienta
vistiendo un traje de epílogo,
sobre la fina piel gastada,
que expulsada en siete gritos
desarma cóncavos domingos de abril.
Detrás del músculo agotado,
la acróbata libélula
confabula el vuelo,
en mitad del geodésico instante,
inventando el hálito de Dios
resucitado.
***
HARAPOS DE ABANDONO
Petrificado en el exilio de la noche,
el gnomo de membranas hambrientas
y heridas coaguladas por el látigo del
sol,
suplica silencioso y a la intemperie
por su huérfana inocencia.
Golpeado sobre la lozana piel naciente
desgarra sus sueños sobre el fango.
Querubín a la espera del retorno,
desnuca a la justicia
tras el peso de una lágrima,
gestada desde las entrañas de su
orfandad.
Vestido con harapos de abandono,
busca encontrar la esquina de su
infancia,
atravesando angustias con sabor a
prepotencia
que anule cicatrices, marchite lo
imposible y destiña ausencias.
Metamorfosis de verbos, vigilan el
“pienso” carcomido,
fantasma encadenado al sordo murmullo
de los días,
que dañan crucifijos pintados de
esperanza
entre las tenazas abiertas y dolosas
de un germinado desafío.
Con resignados pasos,
cruza la frontera del destino al ritmo
de los ciclos de la luna.
Atento a sus treguas sin color,
rescata las siglas de los sueños
que suspendidas quedaron en el buzón
del tiempo.
En búsqueda de Dios,
un par de sonrosadas mejillas sombrea
la vida,
en reclamo justo por el dorso edénico
de su inocencia.
MARY ACOSTA
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POEMA
Por Irene Mercedes Aguirre
Miré
mis manos
Y me miré las manos y he notado
la huella de caricias repetidas.
Por los años la piel envejecida
acusa, aquí y allá, tiempo pasado.
Y me miré las manos y he pensado
que cuando van a tono con la idea
dan perfección y encanto a la tarea
en la sublimidad de lo logrado.
Y me miré las manos y he sentido
sus curvaturas y su movimiento
como
afinado y prístino instrumento
que explicita la acción con su sonido.
Y me miré las manos y he palpado
cada arruga y sus líneas perfiladas.
En brumas de milenios, condensadas
encierran los ensueños apretados.
Y me miré las manos y he soñado
con un mundo mejor. Con diez
perfectos,
magníficos apoyos, firmes, rectos,
¡a diestra y a siniestra acompasados!
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SELECCIÓN DE POEMAS
Por Francisco Jesús Muñoz Soler
UN BIGOTE
PEGADO A UN PRESIDENTE
Un bigote pegado a un
presidente
Un flequillo a una sonrisa
infame
Un incubador de huevos de
serpiente.
Relativismo de muertes ajenas
Productivismo de quirúrgicas
guerras
Infamia en anaqueles
beneficiados.
Enroque de íntegros mal
nacidos
Realce de patrias
manufacturadas
Calamidades en teatro de
poderes.
Dioses que no descansan
Mamporreros que les ayudan a
clavárnosla
Aspereza para nuestras
traseras desgracias.
…Podría seguir manifestándome
Pero mejor enumeren sus fríos
sudores
Resuélvanlos mientras nos
preparan más deberes.
Postdata para los apostatas
de los idearios
Cabeza erguida y despejada
Por si les benefician con un
disparo a bocajarro.
***
COLGADAS SOBRE
LAS VÍAS
Colgadas sobre las vías
del tren que huyó del tiempo
consumiendo vértigo
de endémica cochambre
abigarradas y minúsculas
chabolas
apropian mortecino espacio,
sus moradores en número
exceso
circulan por mugrientas
líneas
hacinados en seguro expreso,
transportador de desheredados
en circular inmundicia
agarrados al mínimo chance
que creen concede
la espiral de sus trayectos,
de esa mentalidad asiática
fluye digna esperanza
que no vislumbra
el horizonte
del Express de los pobres.
***
FRÁGIL CORPUS
(LIBERTAD)
Frágil corpus
por liturgias y héroes
amenazado,
patrias y almas
intangibles excusas
instrumentadas.
***
SHANGAI & KABUL
& FRANCISCO
Shangai & Kabul & Francisco
Tránsito espacios
colapsados y convulsos,
vértigo de hordas
fragmentarias
enclavadas en ciudades
iconos,
escenarios de emociones
proporcionalmente inversos,
forjadores indisolubles
de mi visión periférica,
queriendo entender el mundo
el sonido del chasquido
expandiendo sus ondas
perforadoras de tímpanos,
anunciándome mi depositario
gesto.
***
LAS GUERRAS
SE ESCRIBEN
Las guerras se escriben
con letras torcidas
de silencios y ausencias,
escritos de sangre
y mala letra.
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